Domingo Felipe Cavallo no fue solo un ministro. Fue un arquitecto de época. El cerebro detrás de la convertibilidad, el rostro técnico del menemismo y uno de los hombres más temidos —y admirados— del poder argentino. Su figura, clave en la historia económica reciente, vuelve al centro de la escena con el estreno de la serie de Menem en Netflix.
El economista que diseñó el modelo de los ‘90
Nacido en Córdoba en 1946, Cavallo es doctor en Economía por Harvard y uno de los técnicos más formados que pasaron por el poder en Argentina. En 1991 fue convocado por Carlos Menem como ministro de Economía, en medio de una inflación descontrolada.
Allí nació su obra maestra (y condena): la Convertibilidad. Un peso igual a un dólar. Fijación cambiaria. Estabilidad monetaria. La gente lo aplaudía. Los mercados lo amaban. El menemismo encontraba su ancla económica. Y Cavallo se convertía en figura pública, omnipresente, incuestionable.
“La estabilidad cuesta, pero la inestabilidad cuesta más”, repetía. Pero detrás del éxito, se acumulaban los costos: cierre de fábricas, desocupación, deuda. Y un modelo que dependía de que nunca cambiara nada.
Cavallo en la serie de Menem: el gurú que no sonríe
En la serie de Netflix sobre Menem, Cavallo aparece como lo que fue: el hombre fuerte de la economía. Frío, calculador, cortante. El actor que lo interpreta lo muestra con exactitud: sin carisma pero con poder. Sin empatía pero con resultados.
Su personaje irrumpe en los capítulos con autoridad. Da órdenes. Impone medidas. Desplaza a otros funcionarios. Su presencia en pantalla es tensa, cerebral, técnica. Es el político que no negocia, el técnico que decide. El que no escucha a la calle.
Los diálogos de su personaje están cargados de términos económicos, pero también de ideología: “la Argentina no puede vivir de ilusiones populistas”, dice en uno de los episodios. La serie no lo glorifica, pero tampoco lo castiga. Lo presenta como fue: determinante.
Del éxito a la ruina: Cavallo y el estallido del 2001
Después de su salida del menemismo, Cavallo intentó construir su propio espacio. Fue candidato, armó un partido, escribió libros. Pero su poder real ya había quedado atrás. En 2001 volvió a escena: el presidente Fernando De la Rúa lo convocó para “salvar” la economía. Pero esta vez, Cavallo no trajo estabilidad. Trajo el corralito.
El congelamiento de los depósitos bancarios desató una crisis social brutal. Saqueos, cacerolazos, muertos. Cavallo renunció en medio del caos. Su nombre quedó sellado al colapso de un sistema que él mismo había creado una década antes.
Desde entonces, se recluyó. Dio clases, escribió, intentó explicar. Pero para la mayoría de los argentinos, su figura quedó asociada al dolor, al ajuste, al final del sueño menemista.
“Cavallo nos dio la convertibilidad y nos dejó el infierno”, resumió un periodista. Y ese juicio —justo o no— lo persigue hasta hoy.
Un hombre que marcó una era
Domingo Cavallo fue el protagonista silencioso de los ‘90. Mientras Menem seducía con carisma, él diseñaba la arquitectura económica que definió una década. Para muchos, fue un salvador. Para otros, un destructor. Pero nadie puede negar que fue uno de los hombres más poderosos del país.
La serie de Netflix lo recupera como lo que fue: una figura esencial para entender el menemismo. Y reabre debates que siguen vigentes: ¿es posible la estabilidad sin exclusión? ¿Hasta dónde puede llegar un técnico sin respaldo social? ¿Fue Cavallo víctima de la política o su ejecutor más frío?
Domingo Cavallo no fue un personaje secundario. Fue el plan. Fue el modelo. Y su historia vuelve a ser protagonista, justo cuando la Argentina vuelve a preguntarse: ¿cómo se sale de la crisis?