Recuerdos de una Noche Mágica: Spinetta en Bariloche
El 10 de agosto de 1995, Bariloche fue testigo de un evento que quedará grabado en la memoria de quienes tuvieron la suerte de presenciarlo. En la Biblioteca Sarmiento, Luis Alberto Spinetta y su banda, Los socios del desierto, ofrecieron un recital donde la música se entrelazó con la magia del momento. Con un toque de humor y una sonrisa, Spinetta empezó la velada con “La montaña” y continuó tejiendo un paisaje sonoro que evocaba la esencia de la naturaleza circundante. El estreno de “Diana” y temas de su nuevo álbum ofrecieron un vistazo fresco a su carrera, mientras que otras canciones emblemáticas resonaron con fuerza en el corazón del público, creando un ambiente íntimo y auténtico.
El carisma de Spinetta no solo se limitó a su música; sus intervenciones entre canciones eran puro ingenio. Bromeó sobre su amor por el cigarrillo y, en un momento divertido, explicó que tenía “un títere” en su pecho. Los momentos lúdicos se sucedieron, como cuando, tras el aplauso cálido de “Barro tal vez”, preguntó a la audiencia por qué les gustaba tanto esa música que parecía desafiar la rutina urbana. Las risas eran constantes, alimentadas por sus ocurrentes comentarios y la interacción espontánea con los presentes. Cada vez que alguien pedía un tema, Spinetta respondía con un juego de palabras que hacía delirar al público, como al comentar sobre “Los elefantes”, o al mencionar a “Fermín”, lo que generaba aún más risas.
El recital no solo fue una oda a su trayectoria musical, sino también una experiencia poética compartida. Spinetta, en su búsqueda de conexión, hizo un guiño a su “Libros de la buena memoria” para presentar otra de sus clásicas composiciones. Con cada canción, desde “La sed verdadera” hasta “Luz sin freno”, se sentía que el tiempo se detenía, y el público vibraba al unísono. La fusión de su voz, las melodías y el ambiente hizo que, al finalizar, todos sintieran un eterno agradecimiento por haber estado allí. La noche se despidió con un “chau” que quedó latente en la memoria colectiva, recordándonos que la música de Spinetta había cambiado, para siempre, un poco el rumbo de nuestras vidas.
