La Disminución de la Pobreza en Argentina: Un Panorama Esperanzador
El tercer trimestre de 2025 ha traído consigo cifras que, aunque alientan, también invitan a la reflexión. Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, la pobreza se ha reducido al 36,3%, lo que marca una mejora notable de 9,3 puntos respecto al año anterior. Esta cifra indica un posible resurgimiento económico, especialmente tras el alarmante 2024, que dejó récords de pobreza similares a los de 2005. Sin embargo, es crucial considerar que esta reducción se ha logrado en el contexto de un cambio metodológico en la medición de ingresos, lo que ha suscitado dudas sobre la veracidad de este avance. En paralelo, la indigencia también ha mostrado una baja significativa, estableciéndose en un 6,8%, comparado con el 11,2% del año pasado, lo que podría interpretarse como un signo de progreso en la capacidad de las familias para acceder a la Canasta Básica Alimentaria.
A pesar de las cifras alentadoras, la realidad es compleja y sigue planteando desafíos considerables. La desigualdad es especialmente palpable en los hogares con niños, donde casi la mitad de los niños continúa viviendo en condiciones de pobreza. Esta situación contrasta marcadamente con el 10,8% registrado en hogares sin niños, subrayando la necesidad de intervenciones específicas que aborden las necesidades de estas familias. Además, el impacto de la precariedad económica se extiende más allá de los números. Un alarmante 37% de las personas en niveles socioeconómicos muy bajos enfrenta problemas psicológicos, una consecuencia directa de las tensiones financieras. Por otra parte, la inseguridad alimentaria afecta al 18,7% de los hogares, cifra que se eleva hasta un 40% en los segmentos más vulnerables de la población, colocando a muchas familias en un estado constante de incertidumbre y necesidad.
Los programas sociales se perfilan como un pilar fundamental en este contexto. Sin la red de apoyo estatal, es plausible que los índices de pobreza e indigencia se disparen nuevamente. Estas soluciones temporales no solo ayudan a mitigar los efectos nocivos de la crisis, sino que también evidencian la interconexión entre la política social y el bienestar de la población. Las cifras recientes reflejan un avance, pero también un recordatorio de que, a pesar de los progresos evidentes, se requiere un compromiso continuo para abordar tanto la pobreza como sus efectos colaterales, como la desigualdad y la salud mental. La situación es un recordatorio de que la lucha contra la pobreza no se agota en cifras, sino que es una cuestión profundamente humana que demanda atención y acción sostenidas.


