La Revolución de los Superconductores en la Computación Cuántica
En el corazón de la investigación cuántica en España se encuentra el Instituto de Física de Altas Energías (IFAE) de Barcelona, donde el grupo dirigido por Pol Forn-Díaz trabaja incansablemente en el desarrollo de superconductores aplicados a la computación cuántica. Estos circuitos, que deben ser elaborados en salas blancas, son esenciales para la creación de cúbits, los bits cuánticos que formarán la base de futuros procesadores cuánticos. Sin embargo, la efectividad de estos cúbits está intrínsecamente ligada a la calidad de los materiales y a las técnicas de control que se usen. Forn-Díaz aclara que aunque esta tecnología avanza rápidamente, aún hay trabajos fundamentales por hacer para elevar la calidad de los cúbits y, por ende, el rendimiento de las computadoras cuánticas.
Otro pilar importante del trabajo de Forn-Díaz es su papel como cofundador de Qilimanjaro Quantum Tech, una empresa que surge de la colaboración entre la Universidad de Barcelona y el Barcelona Supercomputing Center. El objetivo de la empresa es construir computadoras cuánticas comerciales, y se enfrentan a desafíos importantes, como el control de la energía que utilizan. Por un lado, la refrigeración criogénica necesaria para operar estos circuitos a temperaturas extremadamente bajas implica un alto consumo energético. Por otro lado, su diseño y fabricación requieren tecnología de salas limpias, lo que también añade una carga ecológica mayor en comparación con la computación clásica.
La cuestión del impacto ambiental se vuelve crítica al evaluar la comparación entre los ordenadores cuánticos y los superordenadores convencionales. Se prevé que, a medida que la tecnología cuántica sea más eficiente, su consumo energético sea menor, especialmente en comparación con los superordenadores que, a menudo, requieren una considerable cantidad de recursos solo para su refrigeración. Sin embargo, es esencial destacar que los ordenadores cuánticos todavía están en una etapa de desarrollo inicial. A futuro, se espera que alcancen capacidades que no solo sean competitivas, sino que también ofrezcan soluciones a problemas complejos, desde la optimización de rutas logísticas hasta la mejora en procesos químicos que podrían contribuir a la lucha contra el cambio climático.