Este miércoles, la costa chilena se mantuvo bajo alerta de tsunami tras el poderoso terremoto de magnitud 8.8 que se registró en Kamchatka, Rusia. El fenómeno sísmico generó tsunamis en varios países costeros, comenzando un ciclo de evacuaciones que abarcó desde las playas de Rusia hasta las costas de Japón. En Chile, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED) activó la alerta roja, cubriendo de esta forma un extenso borde costero que va desde Arica y Parinacota hasta la región de Magallanes. Esta situación llevó a que millones de personas fueran evacuadas en toda la zona, aunque afortunadamente, los temores iniciales de grandes destrozos no se materializaron: la fuerza de las olas resultó ser menor de lo esperado.
A medida que el jueves se hizo presente, la alerta en Chile evolucionó y algunas regiones pasaron a un “Estado de Precaución”, incluyendo áreas como Arica y Parinacota, Ñuble y Biobío. Es importante aclarar que este estado no implica una evacuación masiva, pero las autoridades han subrayado la necesidad de que la población se mantenga alejada de las costas. Aún hay regiones que siguen en estado de alerta, como Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Coquimbo, O’Higgins, Maule, Los Ríos y Los Lagos, reafirmando que, en situaciones así, lo más prudente es estar preparados.
En el contexto chileno, hablar de terremotos y tsunamis es prácticamente una realidad cotidiana. La memoria colectiva aún resuena con la historia del devastador terremoto de Valdivia en 1960, el más fuerte jamás registrado. El tsunami posterior causó estragos en Japón, llegando silenciosamente 22 horas después del temblor y dejando a su paso un saldo trágico de 122 víctimas. Esta experiencia ha enseñado a la población la importancia de tomar cada alerta en serio, incluso aquellas que podrían parecer exageradas. Siempre es más sensato prevenir que lamentar, y en situaciones de alerta, estar bien informado es crucial para la seguridad de todos.