

Con casi 200 años más de historia que el Malbec en estas tierras, el Torrontés es la verdadera cepa emblemática argentina, produciendo vinos que poco a poco van cautivando los paladares de todas las latitudes y siendo admirada por críticos internacionales. En su historia, la cepa se encuentra en un cruce de orígenes, donde se destacan influencias de la Moscatel de Alejandría, traída por conquistadores, y la Criolla Chica, dando lugar a un vino que no se encuentra en otro lugar del mundo. La historia exacta de esta variedad es compleja y enredada, pero es innegable que ha encontrado un hogar en Argentina, donde las condiciones climáticas y de terreno han permitido su esplendor.
El Torrontés se estableció inicialmente en la provincia de La Rioja, específicamente en el valle de Famatina, donde el clima y el terreno de altura propiciaron el crecimiento de la vid. A medida que pasaron los años, se descubrieron otras regiones argentinas, como Catamarca y Salta, que también brindan condiciones ideales para su cultivo. Actualmente, el Torrontés Riojano es considerado el más representativo, aunque existen otras sub-variedades como el Sanjuanino y el Mendocino, que si bien son interesantes, no alcanzan la misma calidad. El aroma característico de esta uva, que recuerda a flores de naranjo y duraznos, es inconfundible y define la experiencia de degustación de los vinos elaborados a partir de ella.
“Al Torrontés se lo ama o se lo odia”, dice un refrán curioso de la región. Sin embargo, parece ser que la tendencia va más hacia el amor, dado que en Argentina hay aproximadamente 8200 hectáreas dedicadas a esta variedad, y la tendencia se mantiene al alza. Los vinos de Torrontés son alabados internacionalmente, y muchos expertos los han calificado como un “gran descubrimiento” de los últimos tiempos. La variedad ofrece un conjunto de aromas y sabores complejos, desde notas florales y cítricas hasta toques de miel y frutas tropicales. La acidez equilibrada de estos vinos los convierte en maridajes perfectos para diversas comidas. En un mundo donde el Malbec suele acaparar la atención, el Torrontés se mantiene como un tesoro autóctono que sigue ganando lugar en las mesas, mostrando su singularidad y riqueza.