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De efemérides, cenizas y otras reflexiones

Lectura Obligada

Recuerdos de un Cataclismo: La Erupción del Volcán Puyehue

El 4 de junio de 2011 es una fecha que permanece grabada en la memoria colectiva de Bariloche y sus alrededores. Este día se desató la erupción del volcán Puyehue, en Chile, lo que desencadenó una lluvia de cenizas que cubrió el cielo patagónico y transformó la ciudad en un escenario surrealista. La oscuridad que se apoderó del firmamento generó confusión, pánico y, en muchos casos, una respuesta casi instintiva de búsqueda de recursos básicos, como el agua mineral. Los supermercados, que normalmente son lugares de rutina, se convirtieron en el epicentro del temor y la incertidumbre. Las góndolas se vaciaron rápidamente mientras los barilochenses, con un sentido de urgencia, buscaban abastecerse ante lo desconocido. Todo esto ocurría en un tiempo donde la comunicación era menos veloz de lo que es hoy, y la información sobre la magnitud del fenómeno volcánico llegaba a cuenta gotas.

Además de los efectos inmediatos y caóticos, la erupción dejó huellas profundas en la comunidad. Pasadas las primeras horas de desconcierto, los barilochenses encontraron en la solidaridad una manera de enfrentarse a la adversidad. Equipados con palas y un fuerte sentido de comunidad, los vecinos comenzaron a limpiar las calles, demostrando que detrás del miedo se encontraba una fuerte voluntad colectiva. Este espíritu no solo fue un testimonio del carácter de la región, sino que también sirvió para unir a las personas en un momento de crisis. En medio de la angustia, surgieron historias de camaradería y apoyo mutuo que contribuyeron a forjar la identidad de esa jornada.

Como en todo evento significativo, el 4 de junio de 2011 generó recuerdos únicos que cada quien atesora de manera distinta. Para mí, es un día marcado por una imagen particular: esa tarde, salía de casa con una atmósfera extraña que me envolvía. Mientras miraba hacia atrás, vi a mi mujer, embarazada de cinco meses, saludando por la ventana. Esa escena, en medio de un panorama oscuro y hostil, es mi ancla en el recuerdo de aquel día. Así como los goles de Maradona en 1986 son rememorados por millones, el instante en que el cielo se oscureció el 4 de junio se convirtió en un hito personal y colectivo, un momento que todos compartimos, aunque cada uno de nosotros lo viva a su manera.

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