La inteligencia artificial requiere mayor diversidad y supervisión humana para salvaguardar los valores democráticos

Lectura Obligada

La Dicotomía de la Inteligencia Artificial en la Era Digital

La inteligencia artificial (IA) ha trascendido su condición de mera herramienta tecnológica para convertirse en un fenómeno que plantea desafíos no solo técnicos, sino también políticos y filosóficos. Daniel Innerarity, reconocido filósofo y académico, argumenta que la gran cuestión del presente es decidir si nuestras vidas deben regirse por procedimientos algorítmicos. En su libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial, reflexiona sobre los límites de la inteligencia humana y de la artificial, mientras abre un debate acerca de las expectativas desmesuradas que muchas veces acompañan el tecnosolucionismo. Según Innerarity, Silicon Valley fomenta la creencia de que la tecnología, en lugar de la deliberación democrática, resolverá los problemas esenciales de la sociedad, una idea que necesita ser desmantelada para entender realmente las implicancias de la IA en nuestras vidas cotidianas.

El diseño y desarrollo de algoritmos no es neutral; está influido por la diversidad o la falta de ella. Innerarity destaca que la falta de representatividad en quienes crean estos sistemas puede llevar a sesgos significativos. Un caso claro es el reconocimiento facial que falló al identificar a mujeres negras por haber sido entrenado principalmente con imágenes de hombres blancos. Este tipo de incidentes subraya la urgencia de que la IA refleje la pluralidad de nuestra sociedad y se alinee con los valores democráticos. Además, la premisa de que la IA debe igualar la inteligencia humana es errónea; en lugar de eso, debemos hacer uso de su capacidad para procesar grandes volúmenes de datos, lo que permite explorar cuestiones complejas que aún son inalcanzables para nuestra cognición.

Por último, la regulación de la IA implica desafíos globales que requieren un enfoque democrático y participativo. Innerarity subraya que la transformación digital no debe ser un simple acto de digitalización de las administraciones, sino un proceso inclusivo que avale la diversidad cultural, generacional y social. En un contexto donde las plataformas digitales están moldeando nuestras interacciones y nuestro acceso a la información, hay un riesgo real de que la digitalización se convierta en una herramienta de exclusión. Frente a esta posibilidad, es fundamental fomentar una discusión que no solo se limite a los tecnólogos y reguladores, sino que incluya a la ciudadanía, garantizando que en esta nueva era digital todos tengamos voz y voto sobre nuestra propia realidad.

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