Un Cielo de Velocidad y Pasión: Fangio en Nürburgring
El 4 de agosto de 1957 se inscribió en la historia del automovilismo como un día glorioso para el deporte argentino. En el mítico circuito de Nürburgring, conocido como el Infierno Verde, Juan Manuel Fangio, el legendario “Chueco” de Balcarce, conquistó su quinto título mundial de Fórmula 1. A bordo de su Maserati, Fangio superó a rivales de la talla de Mike Hawthorn y Peter Collins con maniobras que dejaron a todos con la boca abierta. Sin embargo, el costo de su brillante desempeño fue el insomnio: el riesgo en cada curva lo mantuvo despierto durante dos noches.
Estrategia y Riesgo en el Infierno Verde
Fangio, con una estrategia audaz, decidió utilizar neumáticos blandos de Pirelli y un tanque de gasolina a medio cargar, buscando una mayor ligereza para minimizar las detenciones en boxes. Partiendo desde la pole position, el argentino tomó el control de la carrera, llegando a estar 30 segundos adelante en los primeros giros. Pero un inconveniente en el cambio de neumáticos derivó en una demora de 1,18 minutos, lo que permitió que Hawthorn y Collins se escaparan. Cuando parecía que la victoria se le escapaba, en lugar de rendirse, Fangio aceleró al límite y empezó a marcar récords en el circuito.
El Éxtasis de la Victoria
Durante las últimas vueltas, el Chueco logró lo impensable: con una combinación de destreza y velocidad, estableció el récord de vuelta más rápida en Nürburgring hasta esa fecha, con un tiempo de 9m17s4 y un promedio de 147,320 km/h. En un giro trepidante, recuperó las posiciones perdidas y, finalmente, cruzó la línea de meta. “No fue muy tranquilizador sentir que la máquina se desplazaba en las curvas sin adherirse”, confesó Fangio tras la carrera, remarcando la adrenalina y exigencia que había experimentado. Este triunfo fue el último de su carrera en F1, colocando a Fangio en el pedestal del automovilismo, un lugar que no sería igualado hasta la llegada de Michael Schumacher en la década de los ’90. Ese gran premio sigue siendo recordado como uno de los más espectaculares de la historia de la Fórmula 1.