La Pérdida de un Ícono del Tango: Chiqui Pereyra
El domingo, la escena musical argentina se vio sacudida por una triste noticia: el fallecimiento de Ricardo Chiqui Pereyra, uno de los cantores de tango más queridos del país. Su muerte seguía a un prolongado sufrimiento que comenzó con un accidente doméstico a principios de diciembre, donde sufrió una caída en su hogar. La organización familiar se vio teñida de angustia, mientras su hija, Paula, comunicaba la partida de su padre en un sentido mensaje en Facebook. “El milagro que no llegó”, escribió, reflejando el dolor de una familia que, aun en la adversidad, había mantenido la fe en su recuperación. Esta situación tocó el corazón de miles, que enviaron mensajes de apoyo y cariño, deseando lo mejor para un artista que había dado tanto al tango.
Ricardo Chiqui Pereyra nació el 26 de junio de 1951 en General Roca, Río Negro, y desde pequeño tuvo una conexión especial con la música. Su carrera despegó en 1978 cuando, tras ser seleccionado en un casting, entró al famoso programa “Grandes Valores del Tango”. Esta oportunidad fue un punto de inflexión, ya que lo sacaron de la competencia para integrarlo al elenco profesional del programa. A lo largo de su vida, su voz y carisma lo llevaron a compartir escenario con innumerables artistas, participando también en “Botica de Tango”, convirtiéndose en un referente del género. Su interpretación del tango no solo le valió éxito en su país, sino también un lugar en el corazón del público internacional, actuando en diversos países como España y Estados Unidos.
La trayectoria de Chiqui Pereyra estuvo marcada por numerosos logros y reconocimientos, incluyendo el Premio Santos Vega al mejor intérprete masculino de tango en 2007. Este premio no solo fue un reconocimiento a su talento, sino también una celebración de su dedicación al género que amaba. La noticia de su muerte dejó un vacío profundo en la comunidad tanguera, quienes se unieron para rendir homenaje a su legado. Muchos compartieron anécdotas sobre sus actuaciones memorables y su calidez como persona, recordando no solo al artista, sino también al ser humano que siempre estuvo dispuesto a compartir su arte y su pasión con el mundo. Su partida, sin duda, marca el final de una era en el tango argentino, pero su música y su inolvidable estilo vivirán en la memoria colectiva del pueblo.
